la naranja mecánica

Quien más quien menos, ha visto escenas o sabe de la película de Stanley Kubrik basada en esta novela. Pero, como sucede en muchos casos, son menos los que saben que la obra cinematográfica se basa en un magnífico libro y muchos menos los que han leído la versión impresa.

Vamos, pues, a darnos el gusto de hablar de la novela-origen de la película. Y vamos a empezar por el título: en el inglés de los barrios bajos londinenses existía, en 1962, año de publicación de la novela –creemos que aún hoy- la expresión As queer as a clockwork orange, “raro como una naranja mecánica”. En ello se inspiró Burgess. Aunque no se ha alcanzado un acuerdo en este aspecto:

Algunos encontraban referencias en el título a los orangutanes ya que orange y orang se pronuncian igual en inglés. Incluso ciertos rumores apuntaban a que el autor había pensado en llamar a su obra A clockwork orang, idea que luego abandonaría.

Pavlov transe la obra

Lo cierto y verdad es que, en su ensayo Clockwork oranges, el escritor comentaba que “este título sería ideal para una historia acerca de la aplicación de los principios pavlovianos o mecánicos a un organismo que, como una fruta, cuenta con color y dulzura”.

En todo caso, el título a las respuestas condicionadas del protagonista ante los estímulos que acaban por coartar su libertad. Dicho de otro modo, Burgess se pregunta, ya desde el título si es posible condicionar a un ser humano como al famoso perro del experimento de Pavlov.

La naranja mecánica, un título que merece un ensayo

¡Cómo será esta obra, que han transcurrido casi dos tercios del espacio que teníamos previsto destinarle y no hemos pasado aún de la portada! Es más: el tiempo y el esfuerzo del lector consumidos en a parte leída sólo nos deja espacio para pequeñas anécdotas que, sin embargo creemos que serán suficientes para que se dé cuenta de que se halla ante una libro diferente a cuanto ha leído –a pesar de que no es huérfano, como nos daremos cuenta si conocemos a Orwell o Huxley-.

Por ejemplo, Alex, el protagonista y narrador habla un lenguaje que mezcla varios idiomas, jergas y expresiones inventadas. De hecho el novelista comenta que si su libro se lee de forma sistemática, resulta un “curso de ruso cuidadosamente programado”.

Todo un curso de… ¡ruso!

El ejemplo más claro lo encontramos cuando Alex usa la expresión horror show cuando quiere decir que algo es bueno o está bien. En realidad está hablando ruso, y diciendo joroschó, que significa bien o bueno.

Es curioso: en casi quinientas palabras no hemos dicho casi nada del argumento de la novela ¿O sí? Relee este artículo con los “vidrios” abiertos