Protagonizada por Charlon Heston y Edward G. Robinson y la innegable capacidad de ambos para dejarnos incrustados en la butaca, “Cuando el destino nos alcance” es un largometraje que, cuando se estrenó, en 1973,  podía clasificarse como de ciencia ficción, aunque cada vez posee menos de ficticio.

Pero vamos por orden. Antes de explicar la arriesgada afirmación del párrafo anterior, es bueno que sepamos un poco más de la obra, concretamente, que avancemos algo de la historia que en ella se cuenta:

Hace ya tiempo que la Tierra ha perdido todos sus recursos naturales a causa de los experimentos científicos, pruebas que sumergieron al planeta en unos niveles de contaminación muy por encima de lo tolerable y en un abrasador verano eterno. Además, la superpoblación se ha convertido en un problema crítico.

Uso ricos despiadados y unos pobres indefensos

Este contexto era, sin embargo, el ideal para una compañía que se dedicó a buscar los recursos en el mar para palar la hambruna que estaba a punto de devastar el planeta. De esta forma nacía el “Soylent Green” y sus derivados, que representaban el alimento de este distópico futuro.

Ahora que sabemos en qué situación se halla el planeta, nos situamos en Nueva York. Cuarenta millones de habitantes de los que lamita están parados. Las personas buscan cualquier lugar que les permita refugiarse del calor. Son tantas en tan poco espacio que algunos se ven obligados a dormir en las escaleras de los edificios.

Una muerte destapa la verdad

Con todo, en medio de este lento Apocalipsis, aún existe una minoría que duerme entre sedas, con jabón, agua caliente… Es por eso que cuando uno de estos “nobles del futuro” es asesinado y el caso recae en manos de Thorn y Sol policía y ayudante, respectivamente.

Los representantes de la ley se encuentran terriblemente cerca de la verdad oculta tras la todopoderosa compañía que elabora el “Soylent Green”, aunque esa verdad va a ser un tanto… amarga.

¿Dónde está la ficción?

Retomamos la introducción del escrito: la ciencia ficción se acerca a la ciencia: un mudo de ricos y pobres cada vez más alejados, con un clima que cambia de forma cada vez más evidente y en el que no podemos estar demasiado seguros de saber de dónde procede gran parte de la comida que nos alimenta. Por si fiera poco, las grandes compañías (los bancos) son el poder político en la sombra.

No: el párrafo anterior no se refiere a la ficción. Es más, la película se sitúa en 2022. Veremos si en este caso la realidad no le toma la delantera a la imaginación.