Tal vez por las fechas en las que estamos, o tal vez porque con el paso de los años me voy reblandeciendo –paradójicamente, a la vez que pierdo buena parte de mi fe en el ser humano-, el caso es que casi todos los eneros se me viene a la cabeza una canción del dúo Cómplices. Se llama “Verdad que sería estupendo”, y la letra dice algo así como:

Verdad que sería estupendo

que las espadas fueran un palo de la baraja

que el escudo una moneda portuguesa

y un tanque una jarra grande de cerveza

Verdad que sería estupendo

que las bases fueran el lado de un triángulo

que las escuadras sólo reglas de diseño

y los gatillos gatos pequeños

Que apuntar fuera soplarle la tabla a Manolito

que disparar darle una patada a un balón

y que los «persing» fueran esa marca de rotulador

con los que tu siempre pintas mi corazón

Verdad que sería estupendo

que las bombas fueran globos de chicle

que las sirenas fueran peces con cuerpo de mujer

y las granadas una clase de fruta

Que alarma fuera un grupo de rock and roll

y que la pólvora fuera para hacer fuegos artificiales

y que los «persing» fueran esa marca de rotulador

con los que tu siempre pintas mi corazón

con los que yo siempre pinto tu corazón

Y no existiera más arma en el mundo

y no existiera más arma en el mundo

más que el «mi arma» andaluz

Verdad que sería estupendo.

He aquí la prueba clara de que la ciencia ficción va más allá del cine, la televisión y la literatura. Teo y María, los componentes del dúo nos cantan una maravillosa utopía desde 1991 (hablo de memoria), digna del mundo subterráneo de los Staurofilakes que Matilde Asensi describe en El último Catón, por ejemplo.

Sí: podemos

Cierto es que más de uno puede oponer que esta letra, más que remitirnos a una utopía de ciencia ficción nos lleva a un mundo de fantasía, que Si vis pacem, para bellum, que si… que bla, bla, bla…
Que opongan. Hoy aparco al cínico, al pragmático, al tipo duro que suelo lucir. Con un 2013 recién estrenado quiero presumir de fe. Quiero creer que la utopía puede dejar de serlo para convertirse en realidad. No parece fácil, de acuerdo, como no parecía posible que en el siglo XIX el ser humano pudiese hollar la luna o dar la vuelta al planeta en menos de tres meses.

Además, la verdadera utilidad de la utopía es la de servirnos de excusa para caminar hacia ella. Hagámoslo. Es un camino eterno, pero… ¿verdad que sería estupendo?