The Lorax cuenta la historia de Ted, un chico de doce años, vecino de Thneed-Ville, una ciudad completamente artificial, en la que hasta las flores y los árboles son sintéticos. Un buen día, Ted decide visitar a su amiga Audrey –de la que está enamorado- y ve que está pintando un mural con árboles.
Audrey le cuenta que soñó con un árbol real y que terminará casándose con quien se lo consiga. Esto es motivación más que suficiente para que Ted trate por todos los medios a su alcance de averiguar cómo conseguir un árbol auténtico.
La abuela del muchacho le cuenta una historia que hunde sus raíces en el pasado y le aconseja que se vaya de la ciudad si quiere encontrar árboles. La anciana también menciona a alguien llamado “El-Una-Vez”.
El tenebroso mundo real
Ted se va de la cuidad en su moto, burlando todas las medidas de vigilancia y se encuentra en un mundo exterior oscuro y vacío, en el que abundan las trampas. Llega a una casa habitada por un curioso ermitaño que le cuenta una larga historia sobre la desaparición de los árboles.
Tan larga es la historia que Ted ha de visitar al anciano durante varios días, superando siempre las dificultades que le impone el alcalde de la cuidad y (ya vamos adivinando por dónde van los tiros), propietario de la empresa “Oxígeno Embotellado”.
Una historia dentro de la historia
El-Una-Vez cuenta cómo quería montar un negocio que implicaba talar árboles y cómo, al cortar el primero, emergió un ser de su interior llamado El Lorax, una criatura gruñona, encargada de defender el bosque…
Hasta aquí, que luego nos acusan de “destripar” el argumento de las películas. Pero no creo que nadie sienta que le hayamos estropeado nada si decimos que la frase final dice: “A menos que alguien como tú se interese de verdad, nada va a mejorar…Jamás”.
Una lección útil
Sea como sea, hemos decidido hablar de The Lorax por dos motivos, fundamentalmente: de un lado para demostrar que la ciencia ficción no tiene por qué dirigirse siempre y necesariamente a los adultos, tal como suele ocurrir, incluso en las producciones de animación.
Y, por otra parte, hablando de su público objetivo, los niños, la obra supone una estupenda excusa para que los niños se acerquen a la ecología, se interesen por la naturaleza y su conservación. La lección es que el mundo no se reduce a una serie de cosas sintéticas movidas sólo por el dinero.