Estamos acostumbrados a ir al cine o ver películas que nos cuenta cualquier tipo de historia espeluznante. Sabiendo que cuando termine, nos meteremos en nuestra cama y “aquí no ha pasado nada”. Claro, que eso lo hace quien pueda, desde luego aquí el que escribe no. Supongo que eso lo hace un continuo auto convencimiento de lo que es real y no.
Pero… ¿qué pasa si lo que estamos viendo es real? Si de verdad existieran hechos que demuestren que una catástrofe puede existir o esa película está basada en un hecho real, ¿cómo podemos no sentirnos estremecidos (por no decir “acojonados”) ante la idea de que nos pueda pasar a nosotros mismos?
Esto es lo que pasa con la siguiente película “The Bay”, grabada en 2012. Una historia que aunque ficticia se basa en una bacteria real que vive controlada en áreas marinas de la bahía de Chesapeake. En el este de Virginia, EEUU. La cual le ha servido a Barry Levinson como influencia para su película. La cual ha grabado con videocámaras caseras a modo de que sea un documental falso, para darle mayor realismo.
Sinopsis
La película nos sitúa en el pueblecito costero de Claridge, más concretamente se basa en su bahía de Chesapeake. La fuente económica del lugar está en la explotación del mar. Unos biólogos franceses llegan al pueblo y examinan el agua, donde descubren una bacteria realmente tóxica. Cuando tratan de advertir al alcalde, este impide que la noticia salga de su despacho, para no causar un caos en la población.
Mala idea, esta bacteria se va depositando en cada uno de los habitantes que tiene contacto con sus aguas. Haciendo que pierdan el control tanto de sus cuerpos como de sus mentes. Lo que hace que pronto el pueblo se hunda en el horror absoluto.
¿Qué hay de cierto?
Como ya hemos dicho, existe una bacteria necrotizante en el 40% de las aguas de Chesapeke. Aunque no afecta a todo el mundo, si te expones a su contacto puede hacer que, al no tratarla rápidamente, se puedan perder extremidades como piernas y brazos. En el peor de los casos, hasta la vida.
Aunque esta controladas estas áreas, esto no evita que miles de peces aparezcan muertos por el llamado “isópodo”. Quien entra en los peces a través de las agallas, de tal forma que controla su cuerpo ya muerto como suyo, incluso se posicionan como si fuese su propia lengua, para ir comiendo así. Se le conoció porque intento entrar a un submarino científico confundiéndolo con una ballena muerta.
Ahora intenta dormir tranquilo mientras este en EEUU. Nunca se sabe cuánto tardará en llegar a España…