El otro día vi uno de esos documentales muy completos y muy, muy, muy largos que vienen a explicar el funcionamiento real y oculto del mundo, en la línea de las teorías de la conspiración que más o menos a todos los amantes de la ciencia ficción nos interesa (y de hecho, a cualquiera con un mínimo interés por la realidad que le rodea). Se llama Thrive, y me hizo pensar.
Me hizo pensar en lo próximas que están con frecuencia las nociones de lo que entendemos por ciencia y lo que consideramos ciencia ficción. Esto no es una sorpresa para nadie que conozca el mundillo, porque no es la primera vez que hemos visto algo así. Pero lo interesante es preguntarnos hasta qué punto algunos elementos supuestamente de ficción ya son de hecho ciencia, y por qué no lo sabemos.
El documental explora el concepto de toroide, forma básica de la naturaleza que viene a parecerse a un donut, para entendernos. Hay formas de energía libre inspiradas en ese modelo que podrían abaratarla hasta límites risibles y solucionar buena parte de los problemas de la Humanidad. Lo que no ocurre porque hay fuerzas (nuestro viejo amigo el complejo industrial-militar) contrarias a perder sus negocios multibillonarios.
La ciencia es real; la ficción es la ficción.
La representación gráfica del toroide en culturas antiguas y en los famosos crop circles pusieron a los investigadores sobre la pista de la posible influencia de tecnología extraterrestre. El documental se centra luego en el nuevo orden mundial y su sabotaje sistemático de los numerosos prototipos existentes para extraer energía a partir de este modelo. Menudo guión de ciencia ficción, ¿eh?
Pues no. Todo está cuidadosamente documentado y contrastado, dando un gran paso para minar los cimientos de nuestro supuesto conocimiento tecnológico. Te lo puedes creer o no, pero en todo caso, el documental es entretenido. Puedes encontrar las fuentes y más información en una web llamada thethrivemovement.com (que viene a significar “el movimiento de la prosperidad”) más amplia que el propio documental.
Entonces, ¿cuántas cosas que nos suenan como si fueran fruto de la imaginación de unos cuantos guionistas aficionados a Asimov pueden ya no ocurrir en el futuro, sino ser ciertas hoy en día? Por no hablar del mucho más inquietante tema de las elites mundiales y su curiosa manía (concienzudamente planeada) de tenernos aborregados. En la conspiranoia cada vez hay menos paranoia y más conspiración.