Estoy harto de oír el triste argumento descalificativo de que la literatura fantástica (sea espada y brujería, sea ciencia ficción) es una forma de evasión de la realidad. Y qué pasa, ¿que las sombras esas de Grey (y cualquier ficción, vaya) no es evasión? Además, acaso si pinchas a un elfo del espacio ¿no le duele? Quiero decir con esto que la literatura fantástica no deja de tratar temas universales…
Hoy os voy a dar grandes dosis de la realidad que se cuela en la fantasía. Una sobredosis, en realidad, porque vamos a recordar la presencia de algo tan poco de fantasía como los estupefacientes en la ciencia ficción; y que, sin embargo, también es considerado una forma de evasión. Entonces, si aquel elfo del espacio se droga, ¿se “desevade” y entra en la realidad? Pobrecito…
En muchas de las obras magnas del género, las sustancias psicotrópicas y/o adictivas forman parte fundamental de la trama. Estoy pensando en la “especia melange” de Dune, en torno a la que gira la economía de todo el Imperio; o en el relajante “soma” de Un mundo feliz, fundamental, como válvula de escape, para el funcionamiento de la sociedad. ¿No nos suena de nada?
No toméis drogas, juventud; enganchaos a la ciencia ficción. Os lo dice el elfo del espacio
Phillip K. Dick, uno de los maestros, exploró varias veces y como nadie la idea de la adicción a una sustancia que proporciona un estado alterado de consciencia y su poder como herramienta de control social. Sabía de lo que hablaba, desde luego. Los éxtasis metanfetamínicos administrados televisivamente, KR-3 y la Sustancia D son buenos ejemplos de ello.
Por cierto, Una mirada en la oscuridad y su Sustancia D (D de muerte en inglés, uuuhhh…) dieron lugar a A scanner darkly, una gran adaptación cinematográfica y una buena película en sí misma. En torno a esta droga aparecen todas las cuestiones (el submundo de la adicción en masa, el papel de la policía y de la gran empresa en el narcotráfico) más relacionadas con nuestra realidad cotidiana.
Hay muchas otras, como el prozium de Equilibrium, el eutimol polidiclórico de Atmósfera cero, la betafentilamina de Neuromancer, la ultramorfina de Hyperion o todo el catálogo creado por K. S. Robinson, a cada cual con un nombre más intrigante. Ah, y aunque no pueda ser llamada droga, para nombre intrigante el cuerno humano de Futurama…