Supongo que todos los lectores de esta web estarán al tanto de lo que es un futurible: simplificando, un futuro posible. Y hablando de futuros posibles, todos conocemos ejemplos de utopías (modelos sociales ideales, “perfectos”) y distopías (su antítesis). A mí siempre me han llamado más las segundas.

Las distopías tienen una presencia habitual en la ciencia ficción, normalmente en el marco de retorcidos futuros derivados de nuestro presente y queriendo presentarse como críticas del mismo. Sin embargo, muchas veces me cuesta identificar la realidad del presente en la distopía de la pantalla o la página. O más bien, me cuesta saber qué parte de la distopía es ficción futura y cual forma parte de nuestra realidad presente.

distopia

A ver si me explico. Cuando Marty McFly dice a la gente en su primer viaje que Ronald Reagan será presidente, lo toman por el pito del sereno. Para los norteamericanos de los años cincuenta, un Reagan presidente sólo podía formar parte de un futuro de coña, imposible, de una distopía. Sin embargo, ahí estuvo el tío, y además destacando. Y ¿quién imaginaba a Terminator como gobernador de California?

Si la política económica española no es una distopía, no sé qué puede serlo…

Algo parecido ha ocurrido con Luis Enrique y el Barça o la nieta de Franco en Mira quién baila. Si a los colegas de farra de George Bush hijo en la guardia nacional les dices que llegará a presidente… O tal vez soy yo, que no entiendo bien las señales, o todo eso es anecdótico…

Si nos dicen hace años que los estadios de fútbol iban a llevar nombres de marcas y empresas, no nos lo hubiéramos creído. Quizás por eso ya no nos altere saber que eso ya ocurre con los nombres de algunas paradas de metro. Y pronto pasará con los nombres de calles, plazas y otros espacios públicos. La Plaza Sony? Sí, tire por la calle Nintendo y la segunda a la izquierda.

Otro tanto ocurre con nuestra nueva potencial Ley de Seguridad Ciudadana. ¿Es cierto que ha sido una inspiración transtemporal que viene desde hace más de cuarenta años atrás, o es que Un mundo feliz y 1984 ya están aquí? Bueno, 1984 ya llega bastante tarde, ahora que caigo. Uy, qué lio…

En fin. Supongo que, en última instancia, cualquier tiempo presente no deja de ser la distopía de algún tiempo pasado (que fue mejor, por definición), sólo que tiene que ser tan evidente como para el coronel George Taylor en El planeta de los simios: Así que al fin, lograron hacerlo, malditos lo han destruido, malditos, malditos …