Un largometraje animado de ciencia ficción ¿Por qué no? No todo iban a ser muñequitos bellos de Disney cantando “¡Un mundo ideaaaal!” con una música que enervaría al mismísimo Dalai Lama o animales cantando y bailando “¡Hakuna Mataata! ¡Sonríe y sé feeliiizzz!”. Por favor: si casi justifican la caza furtiva (exageramos con una clara intención cómica, no nos vengan luego los ecologistas a…).
La peli, dirigida por Brad Bird y estrenada el verano de 1999, la produce la división de animación de la Warner Bross (la misma del conejito ese de “¿Qué hay de nuevo viejo?”). La producción fue nominada al premio “Nébula” al mejor guion y al “Hugo” a la mejor obra dramática.
El guion de la película es una adaptación libre de un libro de Ted Hughes, The Iron Man del año 1968 (“El hombre de hierro”) y se publicitaba con la frase “It came from outer space” (“Vino del espacio exterior”).
Un Frankenstien extraterrestre
La historia de la película es la de como el pequeño Hogarth Hughes descubre a un hombre de hierro llegado del espacio. El androide sufre amnesia, para más emoción. Y el niño lo salva de electrocutarse de modo que, agradecido, el infantil gigante metálico se hace amigo suyo.
Hogarth debe detener, con la ayuda de un Beatnik, Dean McCoppin, a todo un ejército dirigido por un general y por Kent Mansley, un egocéntrico agente del FBI. Son los antagonistas empeñados en encontrar y destruir al gigante. A lo largo de la historia podemos apreciar muchas referencias a la Guerra Fría, al macartismo y a las obra de ciencia ficción de los 70.
Una promoción deficiente
El éxito de crítica fue abrumador, aunque no tanto el de público, tal vez porque el director se negó a que se tratase a su obra como a una de las superproducciones Disney a la hora de publicitarla. De todos modos, y a pesar de la deficiente promoción por parte de la Warner, la pieza recaudó 80 millones de dólares por todo el mundo, cubriendo de sobras los 48 que había costado.
Como dato curioso, el libro de Ed Hooks Acting for Animators (Actuación para animadores) propone a la película El gigante de hierro como el perfecto ejemplo clásico de interpretación en animación, amen de paradigma del modo de narrar una historia animada.
Por cierto: el mensaje antibelicista de la producción queda patente cuando el metálico gigantón afirma, tajante, “I’m not a weapon” o, en español, “No soy un arma”.