Hoy os voy a hablar de la que para mí es la segunda mejor película de ciencia ficción de la historia (la primera es Blade Runner, mi película fetiche): Soylent Green o,como se la tradujo en España con el desacertado título (como era habitual), Cuando el destino nos alcance. Dirigida en 1973 por Richard Fleischer y cuyos actores principales son Charlton Heston, Leigh Taylor-Young, Joseph Cotten, y (por favor, todo el mundo en pie) Edward G. Robinson.
Si bien reconozco que adolece de una escenografía más bien pobre, unos efectos especiales modestos y algún tópico en el argumento que chirría, todavía consigue que se me ponga la piel de gallina con determinadas escenas, la soberbia interpretación de Edward G. Robinson y una moraleja brutal ya que se asemeja tanto a la realidad actual que debería hacernos reflexionar seriamente si el futuro no nos ha alcanzado ya.
Puede que me influya el hecho de que me impactara de pequeña, pero ahora que la repaso por enésima vez incluso perdono algunos tópicos como el hecho de que las mujeres hermosas no sean sino meros objetos para el disfrute sexual de los ricos, «parte del mobiliario» como las llaman denominan; afortunadas a pesar de ello frente a las que no lo son, ya que si lo analizo con frialdad me estremece comprobar que ha sido así durante siglos y continúa siéndolo en la actualidad en numerosos lugares.
Es una gran película de ciencia ficción (aunque tenga un modesto 7.1 en IMDb) ganadora del Premio Saturno – Golden Scroll 1975 a la mejor película de ciencia ficción, también obtuvo en el Festival de cine fantástico de Avoriaz 1974 el Gran premio a Richard Fleisher y estuvo nominada al Premio Hugo 1974 como la mejor representación dramática.
Es uno de los films que más han influido en la cultura popular (hay guiños a ella en numerosas películas y series) debido a escenas que se quedan grabadas en el corazón del espectador y una de las mejores escenas finales de la historia del cine.
De hecho la frase final que pronuncia Charlton Heston está considerada por the american Film Institute como una de las cien mejores frases del celuloide.
Argumento de Soylent Green
El guión, de Stanley R. Greenberg está basado en la novela de 1966 Make Room!Make Room! (¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio!) de Harry Harrison; ambos obtuvieron el Premio Nebula 1974 a la mejor presentación dramática. Narra un futuro distópico muy cercano a nosotros en el tiempo (año 2022) en el que la sobrepoblación ha acabado prácticamente con todos los recursos alimenticios de una tierra esquilmada, agotada y maltratada que ya no produce hortalizas por culpa del efecto invernadero (novela de 1966, os recuerdo).
Hay dos tipos de ciudadanos, la élite con el control político y económico con acceso a ciertos lujos como carne y verduras obtenidas en granjas especiales y el pueblo llano que malvive hacinado en las calles y edificios derruidos gracias al agua que les suministran diariamente junto con dos raciones de Soylent Green.
Soylent Green es un producto obtenido del plancton, única fuente natural de alimento junto con otras dos variedades obtenidas también de concentrados vegetales obtenidos artificialmente: Soylent Rojo y Soylent Amarillo, aunque a veces hay revueltas populares porque las raciones son cada vez más exiguas.
En Nueva York, habitada por 40 millones de personas, vive el policia Robert Thorn (Charlton Heston) con su amigo «Sol» Roth (Edward G. Robinson), un anciano ex profesor enfermo que rememora con nostalgia un pasado en el que la Tierra era un vergel y en el que Thorn apenas cree. La acción se inicia cuando aparece asesinado en su apartamento uno de los principales accionistas de la compañía Soylent, William R. Simonson (Joseph Cotten).
Y hasta aquí puedo leer, no como el redactor de Wikipedia que ha clavado la película entera hasta el mismísimo final destripando el argumento con precisión quirúrgica. Si es que donde no hay…
Anécdotas del rodaje
IMDb comenta algunas anécdotas del rodaje que considero perlas, así que las comparto con vosotros. Las más emotivas son, sin duda, las relativas al actor Edward G. Robinson.
Estaba muy enfermo de cáncer pero lo había mantenido al margen del equipo, de hecho falleció diez días después del rodaje que fue muy duro porque estaba totalmente sordo y necesitaba que le hablaran directamente en el oído; por ello tuvieron que repetir muchas escenas hasta conseguir encajar el ritmo de los diálogos y hacer ver que oía lo que le decían los otros actores. En varias ocasiones Robinson continuaba con su parte a pesar de que habían gritado ¡Corten!: obviamente no se había enterado.
Una de las mejores escenas de la película, en la que Heston y Robinson disfrutan carne y verduras frescas que el policía ha obtenido en casa de un rico, no estaba en el guión: se les ocurrió a los actores y el director accedió.
Fue tal la química y ternura que se creó entre los dos artistas que Heston confesó en 1997 que lloró realmente en una de las escenas de la película emocionado al saber lo importante que debía ser para Edward G. Robinson estar rodando la que (en el fondo sabía) sería la última escena de su vida.
No sólo deberíais verla por ser un clásico de la ciencia ficción, sino también por la extrema dignidad que mostró este un gran actor: una verdadera estrella.