¿Quién ha dicho que la ciencia ficción ha de ser cosa de adultos? ¿Cómo que los extraterrestres tienen que dar un poquito de repelús? ¿Qué es eso de que todo relato u obra del género debe tener un componente sesudo, que invite pensar en la exactitud del dato científico?
Mira tú por dónde, que mi primera ciencia ficción sabe a pan con Nocilla y tiene el tacto de una piel desgarrada por tratar de alcanzar las moras más ocultas de la zarza. Recuerdo que vi la serie de “V” en blanco y negro, puesto que los fines de semana me iba a la casa de mis abuelos, que se negaron a comprarse un televisor en color hasta que agonizaba el siglo XX.
Pero “V”, desde el punto de visa de un niño impresionable, era un poco “de mayores”, y yo lo que pretendo traer a colación es una serie de la que los niños disfrutábamos sin sobresaltos, una sitcom amable con un extraterrestre que muy bien podía tocarte en los cromos del Bollicao sin que se te atragantara el ya de por sí calórico bollo. Y esa serie era “Alf”.
Una vida larga e interesante
El protagonista de esta parodia a E.T. es A.L.F. (“Alien Life Form” o “Forma de vida extraterrestre”). Nacido el 28 de octubre de 1756 en el Lower East de Melmac, 6 pársecs más allá del supercúmulo Hydra-Centaurus. Ahí es nada. Un planeta de cielo verde, pasto azul y agua naranja.
Cubierto de pelo naranja, tuvo que huir de su planeta a punto de estallar porque todos sus habitantes enchufaron el secador de pelo a la vez y vino a dar con sus huesos (o lo que tuviera en su lugar) a la Tierra, donde se le desató un voraz apetito por los gatos.
La locura para los terrícolas
El alienígena tuvo suerte: fue a estrellarse sobre la cochera de los Tanner, una familia americana de clase media que vive en los suburbios y que decide esconder al extraterrestre en su casa, casi siempre e la cocina, para alegría de Alf y preocupación de “Lucky”, el gato de la familia.
La producción se prolongó durante cuatro temporadas en un total de 102 capítulos (no esperarías que fuera a decirte cómo termina) entre 1986 y 1990 en Estados Unidos. Ésta se exportaría a buena parte del mundo con tal éxito que en algunos países sigue emitiéndose.
Por cierto, un dato curioso: cada uno de los capítulos de “Alf” lleva el nombre de una canción importante de la Historia de la música, desde el capítulo 1 con “Strangers in the night” de Frank Sinatra, hasta el Consider me gone de Reba McEntire, título del número 102.