Puede que no sepas exactamente en qué momento, pero un día te das cuenta de que quieres escribir un libro, y esa idea ya no se te va más de la cabeza, incluso aunque no la llegues a cumplir. Es como una enfermedad que, una vez te contagia, no te deja y termina infectando cada célula de tu cuerpo: lo mejor es que le hagas caso a picazón incontrolada, porque es probable que te acompañe hasta el fin de tus días.
De modo que un día decides hacerle caso y ponerte a escribir; los primeros pasos son vacilantes porque no sabes muy bien qué tema tratar, ni cómo abordarlo, ni qué personajes representar, ni cuándo poner de ti o si realmente debes poner algo. Así que decides que la ciencia ficción es un buen género en el que refugiarte y dar este salto al vacío: es un tema lo suficientemente irreal como para ocultar todo lo referente a ti que vas colando en cada línea, es lo suficientemente verosímil para que alguien que te conozca lo suficiente capte las indirectas. Cambias el tipo de narrador:
Me siento bien; me siento cómoda en ese mundo de scifi que no es el mío pero que se le parece bastante, mucho, demasiado… Tal vez la mejor idea sería darse una vuelta por los antecedentes, por esos grandes maestros del género que dejaron huella en la literatura mucho tiempo antes que yo. Algo debieron hacer bien; algo podré sacar de ellos. El truco está entre sus páginas, lo sé, pero por más que rebusco en las obras de Orson Scott Card o en la de Philip K. Dick no logro nada: consigo ver el número de magia pero no acierto a descifrar el mecanismo. Esto se está complicando más de lo esperado.
De modo que me dedico a leer. Leo toda la ciencia ficción que mi tiempo libre me permite, desaparezco en mundos y universos muy lejanos o inexistentes, aparezco en realidades distópicas nada halagüeñas y comienzo a sentirme un poco más experto o, como mínimo, algo menos perdido. La cuestión es si seguiré la estela de todos estos autores que ya lo hicieron a su manera o si me dejaré llevar por un camino diferente. El mío propio o el de esos personajes tan vívidos que ya me acompañan incluso mientras duermo.
Llega el día; mi novela está terminada, o todo lo terminada que puede estar después de las mil correcciones, añadidos y extracciones que he sido capaz de perpetrar. Este monstruo de Frankenstein parece listo para echar a andar y hoy, de veras, me parece un día de ciencia ficción. Tal vez ahora sería el momento de plantearme lo de la impresión de libros; dar el salto, arriesgar y apostar. Da miedo porque la imaginación se empeña en mostrarme imágenes tan realistas que duelen: casi puedo notar el olor de la literatura coleteando entre la tinta y el papel, escoltada por gruesos muros en forma de tapas y una portada recién salida de un sueño.
Mi mente sujeta con delicadeza esta imagen demasiado tangible y hojea hasta la última de sus páginas; creo que hacerla realidad es y será, la mayor historia de ficción de todas cuanto he creado.
Autora: Noemí Escribano