A lo que mi madre respondía, muy ufana, “pues come mierda, que ya eres grande”. Con perdón. Era una de esas frases hechas, con un origen y gracia perdidos en la noche de los tiempos. Pero me da un buen pie para hablar de una película que debía ver hace tiempo, algo que por fin he hecho hace poco. Y la recomiendo. Muchísimo.

El caso es que yo no sabía que había una película. Vamos a empezar al revés, por las referencias. ¿Recuerda alguien un capítulo de la genial Futurama en la que Bender debe cocinar en una especie de “Master Chef” con una cosa llamada Soylent Green? Eran una especie de tacos verdes… Pues no se le ocurrió a Matt Groening…

Sí, sí, aprovecha mientras puedas, hippie…

La película se tituló en España Cuando el destino nos alcance. La dirigió Richard Fleischer en 1973 a partir de una novela de 1966 (¡Hagan sitio, hagan sitio!, de Harry Harrison), la interpreta principalmente Charlton Heston y recibió todos los premios buenos en su época (Hugos, Nébulas, Saturnos). En internet, además, le ponen muchas estrellitas.

Subtítulo

Nueva York, futuro distópico próximo. Entre sus 40 millones de habitantes escasean los alimentos (y el agua, y la electricidad…), salvo los derivados de la compañía Soylent; al soylent rojo y al amarillo se añade la novedad del verde, derivado del plancton. Por encima, una élite vive a todo lujo. Los miserables policías Robert Thorn y Sol Roth investigan la muerte de un preboste de la compañía.

Ese sería el planteamiento básico. Cabe destacar, aparte del excelente guión, la interpretación de Heston; ni gota de ironía cuando digo que es uno de sus mejores papeles. Junto a sus compañeros y sobre un guión, ya digo, más que sólido, nos presentan un futuro perfectamente creíble, sin estridencias ni “evidentismos”, fácil de creer sobre todo gracias a una serie de detalles nada estridentes pero muy impactantes.

No voy a destripar la película, aunque me gustaría hacerlo, porque hay mucho que comentar y sugerir al respecto. Diré simplemente que sorprende por su adecuación a la realidad actual, aunque chirríe un poco que Thorn llame a su oficina desde una cabina telefónica, o su actitud de macho. Pero son detalles secundarios.

Sin embargo, hay geniales detalles que enriquecen la idea, como el mobiliario humano; y otros que ya se han realizado hace tiempo, como barrios ricos físicamente separados de la ciudad. Una de esas obras que, miren como se miren, aguantan bien el paso del tiempo. O ¿no nos preocupa qué comeremos dentro de 25 años?