Nos encontramos ante una novela del polaco Stanislav Lem. De hecho es, junto con Solaris, su obra más importante. La obra, que veía la luz en 1964, es importante por una de las que comenzaba a desarrollar las ideas de los nanobots, de la evolución artificial y de la inteligencia de enjambres. Además, la obra entra en detalles con respecto al armamento y a las tácticas de guerra, lo que supone otro elemento diferenciador.

El relato comienza con la llegada a Regis III, un planeta recién descubierto, de la poderosísima nave de guerra El Invencible. Su tripulación debe investigarla la desaparición de su nave gemela, Cóndor.

El invencible

El escenario, Regis III es un planeta no muy diferente de la Tierra, aunque casi desprovisto de habitantes de cualquier especie… al menos en la superficie, puesto que bajo los océanos la vida es riquísima, aunque, eso sí, hipersensible a los campos electromagnéticos.

Vida artificial evolucionada

En la superficie, el planeta posee sólo la “vida artificial”: unos insectos robóticos producto de la evolución de máquinas autorreplicantes. Para incrementar la tensión, los exploradores se encuentran con los tripulantes del Cóndor muertos de inanición y sed, justo junto con sus vivieres y su agua.

Probablemente, esos seres desciendan de otros creados con motivos bélicos por una civilización extinguida. La constante lucha entre los descendientes de los robots autorreplicantes ha dado lugar a la selección de los más fuertes: estos nanobots con forma de insecto.

Inteligencia de enjambre

Aunque parecen inofensivos al principio, la tripulación descubre que, cuando se los molesta, son temibles: comportándose como un enjambre, pero con la capacidad de complejísimos ataques, como enormes pulsos electromagnéticos.

El enjambre es capaz de anular maquinaria, armamento y aun de borrar la memoria de los seres vivos. De hecho varios miembros de la tripulación reciben un ataque que es borra la memoria, incluida la capacidad de caminar, comer y beber. Primer misterio resuelto. Ya sabemos como falleció la tripulación del Cóndor.

Hasta aquí

Mejor dicho: por lo que respecta a este artículo, primer y último misterio resuelto, ya que a idea no es que contemos la novela sino que invitemos a leerla. Es más, la reflexión que habitualmente hacemos ante cualquier obra se la dejamos en este caso al futuro lector.

No en vano, leer ensancha horizontes y parte de la amplitud de miras nace de la reflexión sobre lo leído. Sólo decimos que puede parecer una novela de “guerra”, pero conlleva un mensaje subyacente que cada cual puede y debe entresacar y aprovechar.