Hay dos libros que todo gobernante debería haber leído –bueno: son cuatro, pero me conformaría con que cualquiera de nuestros gobernantes demostrara haber leído por lo menos uno, aunque fuera Elmer y los hipopótamos-.

De los cuatro libros que hablo, dos no pertenecen al género de la ciencia ficción, de modo que no voy a hacer otra cosa que nombrarlos: El Príncipe, de Maquiavelo, para evitar determinadas actitudes y Sobre la clemencia, de Séneca, para convertirlo en un “libro del buen gobierno”.

Dos libros que todo político debería leer

Los otros dos libros, los que sí pertenecen al género del que se ocupa este blog son 1984, de George Orwell (del que también podría sugerirles Rebelión en la granja, aunque pedirles que lean cinco libros quizá sea excesivo); y Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

1984

Ambas obras son ejemplos de cómo, muchas veces, la ciencia ficción tiene mucho más de lo primero que de lo segundo. Y como no quiero hablar de situaciones actuales, para no ofender a ideólogos hipersensibles amantes del pluralismo multicultural y policorrecto de la Nueva Era de Acuario, con la primera de las obras, 1984, me voy a por un ejemplo al pasado.

Quien más quien menos sabe qué, se cuenta en la novela, la haya leído o no (léasela). Pero de todo cuanto en ella se dice nos vamos a quedar con el concepto del Gran Hermano Vigilante. En la asfixiante sociedad orwelliana, todo estaba bajo control y, para el Gobierno, era materialmente imposible que nadie escondiera nada.

¿No nos suena? ¿Tal vez le sonaría más a cualquiera que haya vivido un totalitarismo del Siglo XX? En esas sociedades, el Gran Hermano tenía ojos y oídos en cualquier lugar: todo el mudo era susceptible de ser vigilante y a la vez vigilado. He dicho que no iba a poner ningún ejemplo actual y mantengo mi palabra.

Un mundo feliz

Cambiamos de obra: Un mundo feliz. Una sociedad utópica, sin enfermedades ni guerras. Una humanidad permanentemente sana y feliz. Maravilloso, ¿no? ¿No? ¡No! Este Nirvana en la tierra se ha alcanzado tras dejarse por el camino la diversidad cultural, la familia, la ciencia, el arte, la literatura, la religión y la filosofía.

¿Todo vale? ¿Incluso convertir a un ciudadano en un ser acrítico, incapaz del más mínimo pensamiento individual? Decía que no iba a poner ejemplos actuales, pero no puedo negarme ante este caso:

Camino de la felicidad

En España llevan años adoptándose leyes educativas que han fracasado en otros países sin apenas cambiarlas. En España se invierte cada vez menos en investigación. En España retorcemos la Historia para favorecer a politiquillos de medio pelo y cero amor por el prójimo. En España estamos convirtiendo la educación en un privilegio y la lectura crítica en una actividad casi al nivel de la física cuántica.

Está claro: En España hemos pasado de vivir en 1984 a encaminarnos hacia un mundo feliz. Maravilloso.